¿Ser emprendedora/o te hace buena persona? No. Los emprendimientos pueden ser también un semillero de explotadores en potencia.
Pero si analizamos los contextos en los que aparecen los emprendimientos en Latinoamérica podríamos asegurar que la intención y esperanza implícita es que deseamos construir empresarias/os con una visión humana y social.
Nicaragua aún es uno de los países menos desarrollados de América Latina, El 39 % las y los nicaragüenses viven en pobreza, (según datos del Fideg) y 8% en extrema pobreza. En el caso de Centroamérica, el 49% de la población vive por debajo de la línea de pobreza. Entonces, cuando emprendemos ¿qué deseamos? ¿Salvarnos y/o saltar de ese porcentaje o contribuir a que más personas salgan de esa realidad?
Claro está que la idea de emprender casi siempre nace ante el deseo de forjar tu propio destino, dejar de depender del vaivén de un empleo, vincular tus habilidades y visiones con tus recursos, hacerlos crecer y que por supuesto te concedan estabilidad económica. Quizás inicialmente no estás añorando enriquecimiento desorbitante, pero entre las barreras constantes del país, las competencias, la reducción del mercado y las amenazas naturales el contexto se agita tanto que te exige tomar decisiones que evidencian tu esencia.
En el afán de cumplir nuestra meta podemos enfrentarnos a frustraciones que van transformando la visión inicial hacia una constante toma de decisiones frías, desleales o incluso explotadoras. Algunas veces por temor a perder la inversión se empieza a relativizar los derechos laborales, a cuestionar los beneficios sociales del equipo de colaboradores.
Por ello, el reto principal y además la esperanza social para las emprendedoras y emprendedores es la posibilidad de transformar una empresa privada desentendida del contexto humano de su sociedad a un sector independiente pero aportante al cambio social.
Emprender no solo significa conocer del tipo de negocio y garantizar el retorno de ganancias, sino también de estar consiente que expondrás públicamente tus capacidades de socialización, conciencia social, empatía, coordinación y reconocimiento del valor humano de las demás personas.
Probablemente te identificas con esas reflexiones pues ser emprendedora no te hace una santa ni una diosa mágica que sabe cómo resolver situaciones como: mis colaboradores no cumplen con las metas diarias, se pierde el dinero, falta constante, fuga de conocimientos, chismes cotidianos, demandas laborales, pérdidas inesperadas. Algunas amigas hasta han expresado opiniones que fácilmente pueden confundirse con un empresario explotador que añora la esclavitud.
Por lo cual, una de las principales reflexiones que debemos mantener como propias con nuestras colegas es no caer en un juego desmedido de opresión y desigualdad, estamos en la oportunidad de re construir las realidades de nuestros países a partir de empresas con conciencia humana y social, no que hagan obras benéficas una vez al mes sino que diariamente gestionen el valor humano con sus colaboradores, que busquen al campesinado directo como proveedores, contraten a otras emprendedoras y emprendedores, sean amigables con la tierra, es decir siendo y viviendo la humanidad.
A manera de conclusión, apostemos por emprendimientos y trabajos cotidianos que aporten a la re significación en la vida de las personas, la oportunidad de ser y realizarse dentro de un entorno laboral. Seamos eficiente no solo económicamente, promovamos opciones humanas y trascendentales, que logren armonía entre la calidad de vida, el desarrollo humano y el económico tanto en los micros como en los macro sistemas.
Que la evidencia de nuestros emprendimientos no sean de un éxito económico, no solo compartas ¿Cuánto aumentó tu capital? ¿Cuánto ganaste en corto plazo? Sino ¿transformaste la cotidianeidad? ¿Aportaste a mejorar la calidad de vida de tu entorno?. Esta será la mejor evidencia que deje tu emprendimiento.