Awaltara

La lengua mískitu vive en nuestras raíces nicaragüenses más de lo que pensamos. Palabras como Kupia Kumi (Un solo corazón), Pana (amigo) y Awaltara (más adelante sabremos su significado) viven en el día a día. Las mezclas de las lenguas autóctonas con las colonizadas nos muestran que por nuestra sangre corre la lucha de nuestros ancestros y ancestras.

“Como una costura que une y amarra el Caribe y el Pacífico pasa el Río grande de Matagalpa” dijo cierta vez uno de sus admiradores (Ivo Rosales). El agua se abraza con la tierra e inicia su majestuoso recorrido apoyado por pequeños afluentes entre Jinotega y la Perla del septentrión.

Avanza con su caudal cruzando el pacífico; pasando poblados, historias y vidas de Darío, Boaco y Río blanco hasta encontrarse con el Caribe sur. Ahí enfrenta nuevas y diferentes realidades del país que lo vio nacer: hay tierras solitarias, aves surcando las palmeras, manglares y pantanos. Bosques llenos de sol y de viento hasta que de repente, de cualquier lugar surgen pequeñas comunidades que se abren paso y determinan su presencia.

Al acercase su final empieza a ser llamado: Awaltara (Río grande en lengua mískita). Por ahí recorre poblados Ulwas, Mískitus y Creoles, etnias indígenas y afrodescendientes que lo navegan a lo externo así como los peces por dentro.

Usted puede bajar por el muelle de Karawala; buscar la casita azul que queda en la entrada y le darán a elegir los frutos recién llevados del río.  Awaltara brinda el pez que será frito para deleitarse en un rico desayuno de gallo pinto con coco y la divina fruta de pan o bien tortilla de harina o agua de coco. Eso sí; si pide huevo, pollo o res su comida tardará más en llegar, será más cara o simplemente no estará dentro del menú.

Otra opción es ir a Sandy bay sirpi. Sirpi es otra palabra en mískitu que significa pequeño pues en Puerto Cabezas existe: Sandy Bay Tara (Grande). En el Sirpi encontrará la dicha de llegar desde el río, caminar por sus calles hechas por una sola vía de cemento al lado de grama verde y podada gracias al ganado que se vuelve parte del paisaje.

Es curioso que tanto en Karawala como en Sandy bay sirpi las vacas con sus terneros son solamente seres de cuido del pasto verde y fresco; conviven día y noche, aparecen por las casas que no tienen cercas e incluso más de una ha entrado curiosa a un salón escolar. La mayoría se convierten en cena navideña una vez al año.

No hay que caminar más de 5 cuadras para sentir que el viento sopla diferente, curiosamente notará que los hejenes y tábanos no son ya una amenaza. La razón es hermosa e imponente: Es el mar caribe de circunda la comunidad. El mismo mar que les alimenta y les garantiza gratis lo que en el pacífico se paga casi en oro: camarones, langostas y pargos. Recibe a los pescadores a las 5 de la madrugada y algunas veces nunca los regresa. El mismo que arrulla antes que den las 12 de la media noche cuando inicia el racionamiento energético.

Después de su paso por diversas comunidades; Awaltara empieza la recta final. Son muchos quienes conocen su inicio y su recorrido, pero pocas las personas que conocen el lugar donde el Río se entrega al mar. Este lugar se llama: La barra.

La barra es un pequeño poblado de al menos unas 400 personas. Tienen una escuela primaria, una casa comunal, la iglesia morava y una base militar. Gracias a su organización comunitaria lograron llevar el agua potable hasta sus hogares. La energía llega a las 12 del mediodía, a tiempo para escuchar las noticias. A las 11 de la noche cuando ya la mayoría se fue a dormir la luz se apaga hasta el próximo meridiano.

De la manera más sencilla la comunidad creole de La barra puede caminar por las mañanas a la orilla del Awaltara, hablar con el agua o consigo mismos, ver el sol resplandecer o la luna aparecer.

Ahí, en un pequeño espacio sin pena ni gloria Awaltara todos los días, con un fluir constante, entrega sus aguas al Mar Caribe. Las olas del mar lo empujan de regreso pero él sabe abrirse camino.

Vaya donde vaya nunca pierda la oportunidad de conversar con la gente, en la panga, la iglesia, la calle o una casa cada persona le contará historias maravillosas, curiosas o dolorosas. Ser del Caribe no se trata de seres exóticos, sino de quienes luchan día a día por demostrar que su existencia puede ser digna y valiosa aun siendo olvidados por los gobiernos y las leyes del país que habitan.

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